
Tu vienes y me dices, “esta todo bien mi niña”, pero yo no lo veo ni lo siento asi, aunque no puedo mentir que sus palabras me tranquilizan. Sube a su auto rojo y se enciende el motor para retornar a donde ahora pertenecen sus sentimientos, yo me quedo diciendo adiós agitando la mano y con los ojos clavados en él, luchando para no derramar lagrimas, el sol de la tarde se recuesta en mi cabeza y esa brisa calida de verano mueve mi vestido empapando de nostalgia mi despedida. El no voltea porque sabe que si ve la expresión de mi rostro le dolerá profundamente.
Entro a mi casa como si me hubiesen golpeado a patadas en el suelo, siento dolor, heridas, aunque estoy intacta y mucho menos nadie me ha pegado, pero es una sensación tan incomoda que hasta caminar duele, saludo a mi madre y me abraza, pero creo que no necesito abrazos, necesito estar sola y reflexionar para asumir esta mierda, mi casa esta tan sola, cuanto desearía volver el tiempo atrás, ser nuevamente esa niña llena de vida, de alegría y colores, no tengo nada que quejarme por mi infancia, fue tan hermosa y consentida que ahora siento que mi mundo se desmorona.
En mi cama entra la luz por la ventana, ese luz naranja que no da calor, que solo avisa que ya se irá, me enternece acurrucarme entre las hebras de los rayos naranjos, me evapora estas lagrimas de niña y las convierte en el oxigeno que me entristece y a la vez me tranquiliza. Llega la noche tan rápido como alcanzo a abrir los ojos, solo veo siluetas hechas de oscuridad y de las luces de la calle, ni siquiera el arbolito de pascua esta encendido y tampoco lo pienso encender, voy al velador para meterme una dosis de clonazepam y dormir en paz.
En la mañana ya no siento el sonido de sus llaves, ni de su auto, se me retuerce la garganta de melancolía y luego suena mi celular y es él diciéndome “esta todo bien mi niña”, pero yo no lo veo ni lo siento así.
Entro a mi casa como si me hubiesen golpeado a patadas en el suelo, siento dolor, heridas, aunque estoy intacta y mucho menos nadie me ha pegado, pero es una sensación tan incomoda que hasta caminar duele, saludo a mi madre y me abraza, pero creo que no necesito abrazos, necesito estar sola y reflexionar para asumir esta mierda, mi casa esta tan sola, cuanto desearía volver el tiempo atrás, ser nuevamente esa niña llena de vida, de alegría y colores, no tengo nada que quejarme por mi infancia, fue tan hermosa y consentida que ahora siento que mi mundo se desmorona.
En mi cama entra la luz por la ventana, ese luz naranja que no da calor, que solo avisa que ya se irá, me enternece acurrucarme entre las hebras de los rayos naranjos, me evapora estas lagrimas de niña y las convierte en el oxigeno que me entristece y a la vez me tranquiliza. Llega la noche tan rápido como alcanzo a abrir los ojos, solo veo siluetas hechas de oscuridad y de las luces de la calle, ni siquiera el arbolito de pascua esta encendido y tampoco lo pienso encender, voy al velador para meterme una dosis de clonazepam y dormir en paz.
En la mañana ya no siento el sonido de sus llaves, ni de su auto, se me retuerce la garganta de melancolía y luego suena mi celular y es él diciéndome “esta todo bien mi niña”, pero yo no lo veo ni lo siento así.